jueves, 5 de noviembre de 2015

Hoy me apetecía escribir. Porque sí, sin ninguna razón. Quería hacerlo sobre nosotros, sobre las primeras impresiones.


Hace ya algún tiempo que no soy igual, podéis llamarlo madurar, podéis llamarlo como queráis, pero soy la misma persona como pensamientos distintos.
Recuerdo que hace unos años le daba mucha importancia a las primeras impresiones, sabía a un solo golpe de vista quien podía caerme bien y quien podía caerme no tan bien, ni siquiera le daba la oportunidad a personas que quizás lo merecían y regalaba minutos de mi vida a personas que acabaron decepcionándome. Quizás es por ello por lo que mi pensamiento ante las primeras impresiones ha cambiado tanto.
Me gusta comparar esto que siento con el sentimiento que tendríais cuando vais a por una barra de pan a la panadería de vuestro barrio, si, imaginaros que solo hay una. Vais con la idea firme de que queréis una barra de picos pero cuando llegáis veis que no tiene ese tipo, tiene barras camperas, baguettes, integrales...Pero no está la vuestra. Seguramente el primer día os vayáis decepcionados y con las manos vacías porque no encontrasteis lo que queríais. Al paso de los días os daréis cuenta de que hay que ceder más, que queréis comer pan y no os importa probar otro estilo y ahí está la clave. Sera en ese momento, ese preciso momento, cuando descubráis otro tipo de pan que os guste igual o más que el que teníais pensado o al que estabais acostumbrados. Es diferente, pero te gusta, te aporta algo nuevo y no te arrepientes en absoluto de la decisión que has tomado.

Pues así me siento yo ahora. Estoy en ese punto en el que no juzgo a nadie, en el que intento no pensar nada, en el que doy la oportunidad a toda persona que se acerca a mi.
Para bien o para mal, para acertar o equivocarme, pero existe la opción.  Y de eso se trata la vida, de probar, de cambiar de gafas de vez en cuando.

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